Llegada a San Miguel de Tucumán
Pablo y Jazmín desde Tucumán
Comencemos por donde convencionalmente se comienza una historia; por el principio.
La nublada mañana Tucumana del 30/9 nos dejó con una baja temporal en el equipo, no fue una bicicleta rota, no fue la cocinilla, ni la carpa (al menos la grande), fue un pilar fundamental, un promotor sin igual, que decidió que para su propio crecimiento interno era mejor probar el viajar solo algún tiempo, no afligidos, pero si sorprendidos por la decisión de Jason, que nos hubiera sido comunicada en la tarde anterior, la entendimos y respetamos, la entendimos, respetamos y nos dispusimos a repartirnos entre los dos grupos resultantes el equipamiento del viaje; la lona para la carpa chica, algunos palillos de ropa y algo de comida, fueron algunos artículos que Jason entendió justo llevarse.
Como decíamos antes, a las 10 a.m. Jason partió rumbo a Salta donde nos encontraríamos cuando nosotros con todo el equipamiento y peso restante lográramos llegar. Así comenzó nuestro 30 de septiembre; templado, nublado, con ganas de llover y con Lita preocupada y un poco nostálgica cuando se despedía de este gran tipo. Nos miramos con desconcierto y nos dimos cuenta de que también para nosotros empezaría una nueva experiencia.
Luego de hablar con Lita decidimos quedarnos un par de días más para hacer compras necesarias (puesto que nos enfrentaríamos al camino más difícil hasta el momento) y además con intenciones de conocer la ciudad de Tucumán y sus atracciones turísticas. Luego de realizar las compras y de visitar los museos a los cuales nos permitían el acceso gratuito gracias a que ese mismo día había salido en la toda la contratapa del diario El Tribuno de Tucumán y a todo color, nuestros 3 cuerpos con respectivas bicis cargadas y con una breve pero bonita nota que nos realizó el periodista deportivo Julio Grandegean (noticia la cual llamaremos “La nueve milímetros” puesto que se convertirá de aquí en mas en un arma para nosotros).
Lita propuso encontrarnos en el Mollar, donde junto con Andrés (su esposo) tienen una casa de veraneo, así mismo nos ofreció llevar la carga que nosotros creyéramos conveniente para no ir tan cargados en este ascenso desde los 530 m.s.n.m. (metros sobre el nivel del mar) a los que se encuentra la ciudad de Tucumán, hasta los 2000 m.s.n.m. donde se encuentra situado el Mollar.
Le dimos una bolsa que pesaría unos 15 Kg. por lo cual nosotros llevaríamos bicis incluidas solamente unos 40 Kg. cada uno; de esta forma culminó (conversación va y conversación viene) luego de una rica merienda el 30/9.
Nuevo mes, nuevos proyectos con fecha de salida ya fijada, para mañana 2/10 con la 9 mm. salimos a terminar de conocer la ciudad y hacer la clásica ronda por los comercios incitando a sus dueños y/o encargados a colaborar con nuestra causa o simplemente ver nuestra 9 mm. e intercambiar algún lindo diálogo.
(aquí debajo hay varias fotos de la capital tucumana, si abren las fotos aparece la descripción en el nombre)
Este día nos fue muy bien, en una huevería al lado de la bicicletería donde no nos cobraron nada por revisar ambas bicis, nos regalaron 15 huevos en perfectas condiciones y además, Pablo mantuvo una amena conversación con su encargado. De allí pasamos por panaderías, fruterías hasta que no pudimos cargar más en las bicis; imagínense la cara de Lita cuando nos vio con todo eso y constató que no habíamos pagado nada por ello. Esta tarde se pasó muy rápido y entre idas y vueltas ya a las 7 p.m. debimos empezar a aprontarnos para el siguiente día, 2/10 que partiríamos hacia las 9.30 a.m.
(Fotografías del paseo histórico)
Hoy comienza un nuevo día, entre que ansiosos y excitados, asustados y expectantes de saber que estaríamos dentro de 2 o 3 días a 2000 m.s.n.m. nos levantamos y nos dispusimos a cocinar a “nuestro mejor amigo”; el arroz integral que hubiéramos comprado antes de ayer en el supermercado “El Luque”, $ 3,7 (argentinos) conjuntamente con unos porotos de manteca y otros de frutilla que Lita nos obsequió luego de algunas clases de Macrobiótica que había recibido de Jazmín. Siendo las 10 a.m. salimos rumbo a Acheral donde deberemos cargar combustible ya que no habrá una estación de servicios hasta Tafí del Valle y tenemos que pensar en cocinarnos, para lo cual precisamos el combustible.
Con un poco de brisa a favor, un terreno bastante llano y poco tránsito salimos hacia Acheral por la ruta 38, gracias a nuestro bajo peso en equipamiento y a las condiciones del tiempo hicimos un muy buen tiempo hasta nuestro objetivo pese que el pistero (funcionario suministrador de gasolina) no tuvo el suficiente pulso, pese a la advertencia que Pablo le había dado y volcó unos cuantos centavos de gasolina, tampoco los cobró y hasta hizo un pequeño descuento.
Acheral nos sorprendió, no habían calles ni caminos tal vez le podríamos llamar senderos semi-marcados entre construcciones muy precarias, gente muy curiosa de vernos y con muchas ganas de conversar. Por entrar allí y no querer volver a la ruta principal (1km) tuvimos que efectuar unas pequeñas maniobras de 4x4 para cruzar las zanjas y trepar con las bicis desde la cuneta a la ruta 307 que nos acompañará por lo menos hasta Amaicha del Valle.
Aún en plano nos empezamos a insertar en una yunga (término por el cual se conoce a este tipo de lugar semi selvático) poco a poco y progresivamente. A unos 10 km de haber dejado la ruta 38 y haber retomado la ruta comenzó un breve ascenso, pero continuo, transformándose este en curvas cada vez más cerradas y en un terreno cada vez más empinado.
Luego de nuestra parada a almorzar donde muchos vehículos nos saludaban, tocaban bocinas y nos gritaban con alentadoras voces pudimos divisar “El Indio” a unos 100 mts. de altura con respecto a donde nosotros estábamos y luego miramos y no podíamos creer que El Indio estuviera en nuestro trazado camino y tuviéramos que subir hasta allí.
Con paciencia, pero más que nada con bastante esfuerzo y buena cara comenzamos a bici-escalar esas sinuosas y empinadísimas subidas, por momentos algunos de nosotros tuvo que caminar con la bici al lado ya que realmente era muy similar a la cruzada de los Andes donde se va ascendiendo y se va viendo el serpenteante camino y los vehículos ascendiendo en varios niveles diferentes. Para las xx p.m. estábamos descansando en “El Indio” el cual en realidad se llama el Cacique y conversando con los trabajadores de vialidad que habían conocido a Jason el día anterior, se reían de nosotros diciéndonos que tanto nos habíamos esforzado para hacer en bici lo que Jason habían hecho en un tractor de la D.P.V. (Dirección Provincial de Vialidad). Pablo conversó con ellos un buen rato hasta que estuvimos descansados como para continuar subiendo unos 3 kms. más para llegar hasta el campamento de vialidad que se encontraba en el kilómetro 30 donde seguramente, según nos decían, no había problema que nos bañásemos, cocinásemos allí y pasásemos la noche.
Llegados al kilómetro 30, campamento de la D.P.V. tuvimos el placer de conocer a Marcos Chaile.
Don Chaile era un individuo muy callado, muy pasivo y que a pesar de vivir en ese solitario lugar, no hacía mucho esfuerzo por iniciar una conversación, Don Chaile llevaba 20 años trabajando allí y estaba 2 o 3 horas por día acompañado hasta que volvía a su casa fin de semana por medio, el resto del tiempo, pasaba solo, mirando a la nada; con un saca corcho extraíamos sus palabras y nos contaba de sus avistamientos de pumas, ciervos, liebres y gatos monteses en determinadas épocas del año, nos contaba el calor de verano y el frío y la nieve penetrante del invierno. Pronto se hizo la noche y al no tener luz sumado al cansancio que nosotros dos llevábamos, los tres decidimos adoptar una posición horizontal (dijera el papá de Pablo). La noche fue sumamente tranquila y dejando de lado alguna noche aislada en Uruguay (ej. en la comisaría del departamento de Treinta y Tres) fue la más silenciosa hasta el momento. Son las xx a.m. el día está fresco, soleado y el cielo despejado, nos disponemos a hacer dedo al menos durante una media hora para evitar subir los casi 1000 mts. que nos restan hasta el Mollar, sufriendo las consecuencias de apunarse.
Luego de 40 mins. sin resultados positivos comenzamos el lento y gradual ascenso hasta el Mollar; todo tipo de subidas, cuestas inclinadas y de curvas hubimos de pasar. Las peores dos tenían hasta nombre propio: La Heladera y El Fin del Mundo, la primera cuesta no le encontramos mucho sentido, pero a la segunda realmente sí, ya que no sabíamos cuando íbamos a terminar de subir, donde finalizaría ese ascenso. De a veces sobrevolaban en nuestros pensamientos sí ese repecho finalizaría en El Fin del Mundo, varias paradas para tomar fotos, para pequeños snacks, motivos fisiológicos y hasta las frustración psicológica de no parar nunca de subir llevaron a que decidiéramos hacer una buena parada para almorzar, cargar agua en un puesto de artesanías al lado de la ruta y tomar una pequeña siesta para luego continuar, nuestro infaltable amigo; el arroz integral, como todos los días estuvo presente allí. Luego de conversar con la gente del puesto de artesanías antes mencionado y una vez descansados decidimos enfrentar los últimos 10 kms. hasta el Mollar.
Las subidas cada vez fueron más leves, aunque más continuas hasta salir de la zona bastante seca e ingresar en una zona cautivante de valles entre cerros. Para este entonces, pocos kilómetros nos separaban de llegar a El Mollar.
El 4 de octubre amaneció bastante nublado y húmedo, las nubes envolvían los cerros que nos rodeaban, difícilmente podía distinguirse Tafí del Valle que estaba allí a unos escasos 12 km, al otro lado del dique (ver fotos), luego de pasear y conocer un poco El Mollar, sus construcciones, su gente, nos dirigíamos a ver los Menhires cuando nos gritan desde adentro de un restaurante “La casa de la Piedra”: ¡Pablo!, ¡Jazmín!, era Lita que salía a paso raudo a nuestro encuentro para darnos un abrazo y preguntarnos como pensábamos encontrarnos con ellos para que nos devolvieran nuestras pertenencias. A la pregunta de Lita le siguió la espontánea respuesta: “¡de esta forma!…”
Con el Google Earth José (el hijo de Andrés y Lita) le había mostrado a Pablo el techo de la casa de sus papás en el Mollar, pese a que esa mañana habíamos estado dando vueltas por todo El Mollar, ¡y eso que es muy pequeño!, no habíamos logrado distinguir cual era la casa y ya que no teníamos ninguna forma de contactarnos era muy probable que no pudiéramos hacernos de nuestras cosas sino era a través de una casualidad o causalidad.
Una vez más durante el viaje constatamos que en realidad estábamos en el momento y en el lugar preciso donde debíamos estar. Luego de compartir los últimos momentos del almuerzo que estaban teniendo Andrés y Lita, nos invitaron a conocer su casa, lugar con el cual nunca hubiéramos dado según las referencias que teníamos. Fuimos a hacerle la limpieza y servicio general a las bicis, lavamos la ropa a mano, como de costumbre, la centrifugamos donde Américo nos indicó y luego de conversar con el un buen rato a las 9 p.m. fuimos a despedirnos de Andrés y Lita ya que partiríamos al día siguiente para conocer Tafí del Valle, lugar del cual también nos habían hablado muy bien.
Llegamos y con la estufa a leña prendida estaba el matrimonio, miramos una película y en los reclames, momento en que Andrés se desconectaba y volvía “a la vida real” lográbamos hablar un poco.
Luego de hacer algunos comentarios sobre ciertos episodios que ocurrían en Video match, asqueados de tanta vulgaridad, obscenidad, falta de respeto hacia los televidentes e impresionados por el vocabulario grotesco y sin censura del argentino en la T.V., nos dimos cuenta de que nos teníamos que ir a dormir. Andrés y Lita quedaron de pasar a la mañana siguiente a despedirse de nosotros.
Llegando a nuestro gratuito hospedaje nos encontramos con este panorama, era una espectacular y muy clara vista nocturna de Tafí del Valle visto desde El Mollar (ver foto)
El 5 de octubre también amaneció nublado, pero luego de que llegaran a despedirse según lo pactado Andrés y Lita, nos tomamos una foto los 5; Américo, Lita, Andrés y nosotros dos. De esta forma partimos hacia Tafi del Valle donde llegaríamos 12 kms. después.
Continúa en "ARGENTINA (V)"
2 comentarios:
Que lindas imagenes y relatos, estoy con ganas de conocer el norte argentino, es una cuenta pendiente pero ya estoy juntando dinero trabajando en los Hoteles cinco estrellas en New York para volver a mi queria Argentina y recorrer mi pais que poco conozco
Sofi, el norte de AR es hermoso, no cambies más trozos de tu vida por paleitos de colores (y pa mejor, todos del mismo color!!!)
Un besote desde no tan lejos, desde México
Publicar un comentario