8 días hubimos de pasar metidos dentro de esta familia donde compartimos muchísimas cosas.
Contaremos brevemente para no extender mucho este capítulo de nuestras vidas, dejando de lado horarios y fechas, qué fue lo que hicimos y cual fue nuestra impresión de Potosí; como la llaman aquí “capital de la dignidad”.
(Nuestra habitación y su vista nocturna)
José Luís, policía nacional, papá de Nicole y Carolina con una mujer, y de otra chiquitita de 5 años con otra mujer. Hijo de Teodora y Florencio (dos seres amables, cariñosos y amorosos en todo sentido) les hacía la vida realmente miserable. Su papá lloraba a escondidas y su mamá sin ninguna vergüenza lo hacía delante nuestro explicando sus motivos. Estos iban desde dinero que les desaparecía de su trabajo (el cual quedaba al frente de la casa y también desembocaba al patio central) pasando por el alcoholismo de su hijo José Luis, pasando por el preguntarse y repreguntarse todos los días sobre por qué ellos debían criar y soportar económicamente a su rebelde y sin causa, atrevido y desconsiderado hijo que ni siquiera decía “Buen día”, sólo salía de su pieza a comer cuando la comida estaba servida en el plato y por supuesto es de imaginarse, nos decía su progenitora, no levantaba ni el tenedor.
(Nicole y Carolina, dos hermosos angelitos potosinos)
Teodora trabajaba desde las 6 AM hasta las 23 horas en su tienda mientras paralelamente lo hacía Florencio en la panadería que allí mismo dentro de su casa tenían para pagar sus gastos personales, lo de su hijo que eran el 50%; los pañales, juguetes, medicamentos y demás que precisaban sus nietas de 3 y casi 2 años.
Lamentamos translucidar en esta primera parte del relato nuestro evidente descontento con este inmaduro y conveniente ser, hijo de estos dos humildes y dignos padres que evidentemente, pagaban un karma muy alto…
A las 6 AM Pablo dejaba durmiendo a Jazmín mientras bajaba hasta la panadería desde la gigantesca habitación que nos habían asignado para encontrarse con Don Florencio quien hacia ya más de hora y media amasaba con su ayuda los 50 kilos de harina que a diario se transformaban en cientos de panes diferentes (ver fotos).
Nos tomábamos unas horas al día para recorrer y visitar diferentes puntos de la capital potosina. El mercado y la feria de los sábados eran nuestro diario y principal fuente de abastecimiento; de frutas, verduras y semillas. Nos sorprendió mucho no encontrar productos integrales, pero los sustituimos por algunos otros no integrales, notando casi inmediatamente un doloroso y drástico cambio en la digestión de Pablo. Calculamos que no sólo el previo acostumbramiento a una dieta rica en fibras y una posterior dieta en base a productos refinados tuvieron la culpa, sino el olor que todas las mañanas se respiraba en esa casa invitándonos a comprar hasta 18 panes por dia (por 6 bolivianos= menos de un dólar) calentitos, recién salidos del horno de piedra.
Dejando de lado el tema de la dieta y los placeres mundanos secundarios como la alimentación continuaremos con los relatos de Potosí.
Más de 50 horas de Internet insumimos en esta ciudad en transcribir, subir fotos y compaginar estas en el blog con un costo de unos US $15 (así que esperamos de ustedes comentarios y sugerencias).
La ciudad es bastante bonita, incluso comparándola con lo más cercano que hemos visto antes, Valparaíso, Chile. Son impresionantes las subidas que todos los vehículos no las puedan trepar sino es en primera y muy acelerados. Subidas que van desde los 3600 a los 4200 m.s.n.m. en escasos 300 o 400 metros.
Nos impresionó también el ancho de las calles por lo que difícilmente pasa una camioneta ancha, teniendo en la mayoría de las calles el vehículo que circula en sentido contrario que dar marcha atrás y pidamos que no haya un peatón circulando por la vereda porque en la mayoría de la ciudad de Potosí esta sólo existe de un lado y no mide más de 40 o 50 centímetros de ancho. En muchas de estas callecitas por la que anduvimos teníamos que pegarnos a la pared de las casas cuando pasaba algún medio de locomoción.
El centro de la ciudad es centro simbólicamente porque en realidad está a escasas cuadras de uno de los extremos de la ciudad, contra el cerro “Waynapurco” o Cerro Rico el cual es el orgullo de este departamento, dándole con casi 4900 m.s.n.m. trabajo a mucha gente de este.
Otro aspecto que nos llamó mucho la atención de esta ciudad son las 26 iglesias que tiene en las cuales algunas hasta cobran entrada; Dios debe estar haciéndose rico.
En la feria se pueden encontrar decenas de frutas y verduras, maduras, pasadas y al igual que el resto de sus productos carnicos, cereales, leguminosas, ollas y muchísima variedad de ropa. Lo precios son iguales a lo largo de las cuadras que se extienden en esta feria. También es interesante destacar que no hay control de sanidad de ningún tipo; como se ve en fotos las carnes cuelgan de ganchos al aire libre, las patas de las cabras, cerdos y vacas se venden hasta con el cuero, se pueden ver también cabezas de cabras con los ojos en blanco y las lenguas hacia afuera a menos de un metro por donde uno a menos de un metro por donde uno pasa caminando.
Los instrumentos que tienen para pesar los productos que venden son una especie de resorte graduado y más fiel que este precario e inexacto instrumento es el ojo o la venta por unidades ya sea de bananas, cebollas y otros productos. También es bastante difícil acostumbrase a entender cuando nos ofrecen una libra de avena, media cuartilla de zanahorias o 6 bananas por una cantidad de dinero, cuando estamos acostumbrado a pesar todos estos productos Y dentro de la misma escala
Los precios son bastante accesibles aunque esto no quiere decir que son baratos, intentamos todos los días lograr rebajar (regatear) con un 99% de fracasos. Suponemos que el margen de ganancia es mínimo y por eso lo precios no varian de un punto a otro de la feria o el mercado y no se pueden hacer rebajas.
Se cocina en la calle con mucha frecuencia, no sólo en la feria o en el mercado sino también en plena avenida y en callejones. Allí mismo en una especie de latón grande o balde se enjuaga una y otra vez en la misma agua y sin jabón los platos, cubiertos y vasos que usan los clientes durante las 6 horas que trabajan las cholitas en la calle cocinando. Hemos visto muy poca gente cuestionando el contenido de su vaso o su plato, así mismo muy impersonal un almuerzo ya que en general se ve a los bolivianos comer con la cabeza gacha y relativamente rapido.
La educación o mejor llamada cortesía, amabilidad es inexistente. Paseando en el mercado uno jamás escucha un “buenos días” o al menos un hola, al principio es bastante chocante escuchar una tras otra cholita de los puestos decir “que le vendo” y donde uno se interese y pregunte un precio sin responder agarran una bolsa y preguntan cuanto quiere; raramente nos miran a la cara. Los líquidos jamás se venden en botella, los jugos caseros, la leche, el yogurt y hasta la coca-cola se transvasa segun la cantidad que el cliente desee a una bolsa y asi se entrega para ser consumida en el acto de la misma bolsa.
Hemos hecho la prueba de recurrir a un mismo lugar durante varios días comprando el mismo o diferentes productos y entonces sí, las cholitas ya empiezan a mostrar su sonrisa, a levantar aunque de vez en cuando la mirada y a saludar con un”hola caserito”, tomándose muchas veces un poco más de confianza y mostrando que van perdiendo esa timidez característica del pueblo boliviano.
Ellos pusieron la harina, los huevos y la cocina. Nosotros el trabajo y el dulce de leche (un poco más barato que en Argentina y Uruguay). Dos o tres horas fueron las que invertimos para deshacer los grumos de la masa y cocinar casi tres litros de ésta.
Finalmente y aunque un poco gruesos demás hicimos casi 40 panqueques, los rellenamos y empezamos a repartir.
Si bien los bolivianos no son muy expresivos en cuanto al dolor, el placer, la felicidad y la tristeza, bastante bien pudimos conocer a esta linda gente y percibir su contento y agradecimiento con nuestro humilde gesto que al igual que el día en que Pablo arreglo el problema eléctrico que tenían en la ducha (por lo que hacia más de dos meses que se bañaban con agua fría) no hubo tampoco un gracias, pero insistían en invitarnos con sus refrescos, su almuerzo y hasta hicieron la vista gorda en no cobrarnos algunos panes que les comprabamos a diario.
1 comentario:
Quería compartir este mail que nos llegó. Soy Pablo y muchas gracias.
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Pablo, Jazon y Jazmín:
Navegando en internet, he accedido a su blog, el cual he leido con
mucha atencion en su totalidad.
Realmente felicito su decision y aprecio enormemente sus vivencias, su
filosofia, sus relatos.
Me gustaria saber por donde se encuentran en estos momentos y si
siguen con su objetivo de llegar a USA.
Me gusta mucho la bicicleta, actualmente administro una pagina
informativa sobre el mountain bike en Uruguay (www.mtburuguay.com) y
considero a la bicicleta como un instrumento de libertad.
Espero tener noticias de uds., y les deseo un gran viaje!!
Saludos,
Martin Amarelle
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