Día 11 de octubre de 2009; ya con 50 kilómetros de subidas y bajadas del lado boliviano, trámites de aduana de salida de Bolivia y entrada a Perú, llegué muy cansado a un pueblito llamado Queñuani a escasos 10 kms. de Kasani/Yunguyo (frontera boliviana/peruana), a buscar agua para cocinar el ya conocido y viejísimo amigo, Mister Arroz integral (ese es su nombre y su apellido para los que no lo sabían…)
Éste, ni siquiera llega a ser pueblo, es, técnicamente un centro poblado. Allí, me recibió en la tienda que hace esquina con la plaza principal en donde sólo se ven volar los cardos al mejor estilo del lejano oeste, un buen señor de gracia Lucio.
Creador de todas las figuras que en la plaza existen construidas con arbustos, Don Lucio, no solo NO me vendió agua sino que me la regaló y además, con la intervención de Sergio, su yerno, me “hicieron” pasar la noche allí con almuerzo, cena, café, pan y una agradabilísima conversación existencialista de varias horas donde me preguntaban sobre mis andanzas y experiencias, sobre mis aventuras por la tierra y sobre mis pasos por la vida intentando así, llegar a una conclusión de porqué estoy tan loco.
Lucio tenía unos 60 y pico y solo 3er año de primaria; pero en el otro platillo de la balanza, tenía mucha reflexión, mucha conversación y algo de viaje lo que lo hacía para mi gusto, un tipo muy interesante y abierto.
Sergio, esposo de Marta, padre de Brenda y Tamara (Tami) era un tipo bastante culto y profesor de la escuela (niños de 12 años promedio)
A la mañana siguiente, luego de invitarme Marta con pancitos calentitos (recién hechos) Sergio me propuso ir a conocer su lugar de labor.
Elementos típicos de las bandas “verdes” como trombones, tambores, bombos, y el rechinante sonido del redoblante fueron el motivo para que Bolivia me dejara una espina clavada entre tanto olor a rosas y jazmines; aparentemente en Perú, la educación es igual, o religiosa-fanática o estatal-privada-militar.
Lo más triste es que los chicos tienen tan lavado el cerebro que hasta “les gusta”.
Con vista al lago Titicaca, salí desde Queñuani luego de conocer a todo el cuerpo… digo… a todo el personal de la escuela. (Que no es una excepción en Perú o Bolivia).
Me encontré con varios poblados en el camino, con Pomata por ejemplo, y Juli finalmente en donde por su atractiva vista desde la altura, me tentó a bajar -sabiendo que debería volver a subir al mismo nivel al día siguiente o ese mismo día si no conseguía alojamiento- por su hermoso paisaje.
“Allí saben llegar ciclistas” me dijo.
Me reí solo y me fui sin que el buen samaritano lo entendiera.
Pegado, en un museo donde se exponen cuadros de millones de dólares; hallábase sentado Víctor, un joven de 27 años, limeño.
El buen amigo, luego de poca insistencia, me dijo que podía quedarme allí.
Tomamos mate hasta más no poder, caminamos un poco por el centro del hermoso pueblito y conversamos del arte de viajar (próximo artículo) y de “bueyes perdidos” hasta que nos dio sueño.
Al día siguiente, mate de nuevo, un poco de pan y rumbo a Puno.
79 kilómetros fue la distancia pedaleada este día.
En el menú del día solo había el audio libro del “Martín Fierro”, pan y “kilombo” (la marca de un chocolate que también había en Bolivia)
Luego de acabarme las pasas de uva y las almendras que aún cargaba desde Cochabamba, Bolivia, me dispuse a parar en una tienda para comprar el menú antes descrito en un pueblito llamado Ilave.
Allí me atendió un subalterno MUY MAL; luego de tomarle un poco del pelo sin que lo notara, me fui al edificio contiguo; la Municipalidad Provincial de Puno.
Tras unas vueltas inevitables y explicarle mi situación hasta los limpiadores del recinto, di con la asistenta social que luego de unos 30 minutos, estaba saliendo yo con una sonrisa en la cara rumbo a la terminal de buses, al alojamiento que me había asignado la señora.
Dejé la nena, y partí al mercado a actualizar mis víveres.
Luego de horrorizarme por los costos peruanos de la comida (no solo el alojamiento) me volví con unas pasas de uvas, maní, bananas y algo de pan.
Cometí además, el delito de salirme del presupuesto diario de 2 dólares y comprarme un licuado de mango por 2,5 soles…
A la mañana siguiente, hoy, 14 de octubre, partí rumbo a Juliaca de donde continuaré camino a Arequipa.
Me tomé mi tiempo para aprontar las cosas, bañarme gratis (gentileza de las chicas encargadas del hospedaje de la terminal de buses) y fui a visitar el diario Los Andes donde el jefe de prensa en persona con un fotógrafo especializado catalán hubieran de tomarme las fotos y hacerme una nota un tanto rápida, pero en fin agradable para mi gusto (a la que se accede haciendo click aquí encima).
Salí entonces finalmente pero algo había quedado mal ajustado en la bici.
Era un pulpo (elástico para atar las “alforjas-mochilas” traseras) que estaba colgando.
Cuando estaba listo para retomar la subida de 5 kms me estira la mano un joven.
Éste es el joven costarricense con su pareja (Laura y Wagner) con el que conversamos e intercambiamos muchos datos.
Además me hizo OTRA mini nota pues tiene una idea genial que es entrevistar a todos los ciclistas, sacarles fotos y luego, al llegar a Costa Rica hacer una exposición superponiendo voces con imágenes. A mí me parece espectacular chicos!!
Aquí dejo su página web
Partí mucho más tarde de lo que pensaba así que decidí solo llegar hasta Juliaca tras realizar 45 kms.
La ruta de salida en un verdadero desastre, está en construcción, pero luego… es un manjar!!
Lisa, nuevita, toda marcada pero, con viento en contra.
Igualmente, demoré como 3 horas en llegar al nuevo destino y algunos chicos que salían de la escuela en bici me hicieron de escolta.
Aquí hay algunas fotos de la salida de Puno y la ruta a Juliaca.
Directamente a la Municipalidad y obviando, obviamente a mis mejores amigos, los policías…
Luego de 20 minutos, y previa conversación con el gerente mismo de la municipalidad, el señor Nicanor Condemayta, me encuentro en este momento, alojado en la Casa de la Cultura con guardia las 24hs lo que me permite salir a conocer sin cargar 85 kilogramos con mis rodillas y actualizar un poco el blog.
En Juliaca, provincia de Puno, Perú
Apenas a poco más de 173 kilómetros de la frontera de “mi” amado trozo de tierra, en Juliaca, provincia de Puno, Perú; sólo puedo demostrar mi desagrado con los gritos y bocinas por las carreteras que me hacen sentir más lejos de lo que fue mi casa por 11 meses; Bolivia.
Gringo, gringo, invítame “one” dólar, regáleme, mister, hello, etc; son algunos de los gritos que escuchamos los ciclistas 2 o 3 veces cada 5 kilómetros pedaleados.
Sumado a esto, están las INCESANTES bocinas que la “combis” como las llaman aquí (en Bolivia son los trufis), camiones con sus clásicas bocinas de crucero transoceánico, y automóviles particulares, que no dejan ni un instante que los nervios retornen al lugar de donde saltaron exasperados y lo hicieron a uno “tirarse” a la banquina.
Si en Bolivia se maneja mal, en Perú, no se maneja, se galopa, se trota; al menos en estos kilómetros transitados, sumados a las anécdotas de unos ciclo-viajeros (como ellos mismos se denominan) costarricenses que encontré en Puno, y vienen “bajando” desde su tierra por lo que conocen algo más que yo Perú.
Sin embargo, no todo es malo en la viña del señor, la gente al ser tan extrovertida, también es más curiosa y demostrativa por lo que encontrar alojamiento, resulta muuucho más fácil.
El amigo Nicanor, me facilitó alojamiento como antes mencioné en la Casa de la Cultura. Allí, dejando de lado las horas y horas que pasé en Internet actualizando el blog y respondiendo mails, conocí a todo el personal de seguridad de todos los turnos, sobre todo, al personal de la noche.
Wilson, un chico de 19 años recién cumplidos, con los 500 soles que gana por mes (2,85 soles por dólar) trabajaba allí 12 horas diarias 6 días a la semana.
Wilson parecía muy simpático, pero además de esta virtud, él era un joven muy particular.
Durante sus guardias, no solo se dedicaba a dormir, sino que me pedía todo el material en papel que yo tenía (libros de filosofía, chamanismo, psicología, recortes de artículos, etc) y se los llevaba a su casa para fotocopiar; al día siguiente me los devolvía y siempre me pedía más.
Se levantaba además a las 5 de la mañana, único horario en el que hay agua corriente en Juliaca debido a su escasez para llenar mis botellas y el termo para tomar mate e intercambiar opiniones sobre la lectura que antes mencioné.
Más arriba, adjunté algunas fotos con hermosas vistas desde un mirador, plaza de armas, etc.
2 comentarios:
Esto es una locura, llevo cientos de páginas impresas y te sigo al detalle... se me complica que el blog aparezca en sentido inverso al de tu viaje (primero aparece lo más reciente)Tal vez puedas idear algo que me ayude o publicar un índice ¡Felicitaciones por hacer realidad lo que todo el mundo sueña!M.J.
Gracias mamá!!! veré de hacer lo posible para facilitarte esto, pero tengo todo el texto del blog (sin fotos) si querés que te lo mande.
Besos y abrazos
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