22 dic 2009

CAPÍTULO 4: PERÚ (V) Lima – Aguas Verdes (frontera)

Ruta de Lima hacia Aguas Verdes (frontera con Ecuador)

Algunos días más pasaron en Lima hasta que decidí que había sido suficiente y que estaba seguro de no querer regresar nunca más a tal terrorífico territorio tremendamente inhumano.

Conversaciones con el hermano menor de Vanessa, Marco, estudiante de comunicaciones sociales (periodismo) me demostraron que a veces, las personas, están tan sumergidas en la mierda que viven, que piensan que porque ya no la tienen hasta el cuello y ésta, está a nivel de pecho, están bien, están mejor…


La partida de Lima, luego de haber experimentado lo que era salir en bus (hora y media) decidí de hacerla en bus y no en bicicleta que me hubiera tomado un día mínimo. Llegados con Adolfo a la terminal de buses "Paramonga" quien se ofreció a llevarme, mientras bajaba la bici y la carga del auto, me pidió él mi documento y volvió a los 2 minutos con el pasaje comprado. Se lo quise pagar pero fue inútil. Partí casi que inmediatamente al conocido recorrido Lima-Supe.



Tres horas y media más tarde, bajé del bus y éste arrancó sin entregarme mi bici. Le golpeé el costado y hasta alguna patada hube de imprimir sobre las compuertas de las bodegas hasta que el bus se detuvo y bajó la ayudante con cara de "¡pibe, estás loco!" y le expliqué lo que pasaba. Entendió, pidió disculpas y me entregó la bicicleta; con tanta excitación, olvidó cobrarme 10 soles de exceso de equipaje… y ya que eran para una empresa y no para ella, tampoco se lo recordé.


Pedaleé a Caral luego de aprovisionarme en Supe para pasar la noche con algo de comida.

Entré por otro camino y pasé una casi tranquila noche, sin bocinas, sin golpes en el techo y sin gritos en las calles en la "Casa del arqueólogo". Fue bastante lenta la entrada a ése lugar pues era todo arena e incluso pasé un pequeño río de unos 20 cms. de altura que casi moja todo mi equipaje. En mi entrada, me crucé con los trabajadores y guías de Caral que salían en medios motorizados por esa entrada y Carlos (el mismo guía que una semana antes nos había estado guiando), era uno de los que venían en una moto saliendo de allí.

En la Casa del arqueólogo, no me atendieron muy bien que digamos. Simplemente, me dieron un rincón a la intemperie en un techito para que durmiera. A las 3 de la mañana, llegó el señor de seguridad y me quería hacer levantar. Creo que al ver mi cara de descontento y escuchar mi situación, decidió valorar su vida y no terminar colgado de las… muñecas o embutido en alguna pared como el niño hallado allí mismo, en Caral.


La vuelta a Supe:

Aparentemente esa noche que dormí con solo una interrupción, llovió y los 23 kilómetros acumularon como 3 kgs. de barro-arena en los frenos de la bici y en el equipaje. Estación de servicio de por medio con lavado superficial de bicicleta fue lo que sucedió a la salida del camino de Caral. Luego de esos 23 kilómetros y, tras cargar agua en la municipalidad de Supe, salí otra vez a la Panamericana pero ahora norte.




Los gritos de gringo parecen a esta altura ya no importarme pero análogamente, parecen ser ¡cada vez más!

Pativilca fue mi siguiente destino, la compañía de bomberos de Pativilca número 91 exactamente a la altura del kilómetro 204 de la Panamericana Norte.


Toda la bicicleta embarrada, las mochilas igual y yo… no mucho mejor por la lluvia que había caído la noche que dormí en la casa del arqueólogo, decidí quedarme allí un par de días.

La gente del cuartel me recibió muy bien. Fueron muy simpáticos y pese al ridículo presupuesto que el gobierno les pasaba (100 soles mensuales para 14 bomberos/as; unos 35 dólares) me invitaban a comer a diario.


En el primer día, decidí partir en bus a conocer el famoso Parque Nacional Huascarán para no detener tanto mi marcha. A las 23:30hs me subí al bus que luego de 250 kilómetros, unas 7 horas me dejó en Yungay.


En realidad, para ser más preciso, tras pasar por Huaráz, me dejó en Yungay a las 7am por 15 soles. De Yungay, tras negociar y lograr bajar 3 soles, pagué 7 soles para que me llevara una combi desde Yungay hasta el Parque Nacional Huascarán.


29 kilómetros se convirtieron en 2 horas y media pero finalmente, divisé un monstruo gigante, el Nevado Huascarán que es quien le da el nombre a éste parque tan increíble con lagunas de colores espectaculares y un sinfín de variedad de naturaleza y fauna.


Allí me bajé un poco confundido, me sentía extraño pues, era la primera vez que me encontraba con una bolsa plástica con el sobre de dormir dentro, la carpa y una colchoneta bajo el brazo y sin la bicicleta. La eché de menos cuando comencé a caminar y me cansaba y agitaba mucho.


Al punto de haber recorrido a pie 5 kilómetros me encontré con el famoso Parque Nacional Huascarán que indicaba que la altura de lago que estaba a mis pies era de 3850 msnm. Entendí porque estaba tan agotado (además de no haber comido bien).



Conocí a Ciro allí, el guarda parque oficial de 23 años que me hizo sentir ooootra vez como en casa.




Me invitó a almorzar con él y a quedarme a pasar la noche allí. Para mí fue genial esa oferta ya que era una incógnita hasta ese momento. Tras un paseo guiado por el parque, cuentos y anécdotas de sucesos allí, me enteré que con 6760 msnm, el Nevado Huascarán, es el segundo punto más alto de América (luego del Aconcagua con casi 7000 msnm)




Esa noche fue un poco extraña pues durante la cena, estuvimos haciéndonos cuentos de "ultratumba" de avistamientos de espíritus, etc. El amigo Ciro había experimentado algunos impactantes sucesos en sus noches allí y no tenían ningún aspecto de ser "versos" (mentiras).

A la mañana siguiente saqué unas cuantas fotos de este precioso lugar que comparto con ustedes algunas aquí abajo.


También me invitó con el desayuno y finalmente tomé el colectivo para atrás tras negociarlo por 6 soles (uno menos que a la ida)

Una vez en Yungay, pasé horas buscando algún transporte que me llevara de vuelta a Pativilca y por la hora que era, (medio día) me decían que ya todos habían partido.

Vueltas, vueltas y más vueltas hasta que di con un bus muy precario, cargado en el techo, en las bodegas y en el interior, que parecía más para transportar gallinas que gente y me animé a preguntar. Me dijeron que por 12 soles me llevarían SIN HORA DE LLEGADA a destino. Así fue, salimos a las 16 horas, increíblemente puntuales según la hora de salida que me habían dicho, pero llegamos a las 24:30hs…


Puesto a que el Parque Nacional Huascarán está ubicado a 3850 msnm y la bajada es muy pronunciada hasta los 33 msnm, al llegar a Pativilca, me dolían mucho los oídos. En el cuartel estaba la guardia que ya me conocía y me recibió hablando y hablando y yo, solo podía ver labios moviéndose; no escuchaba nada. El dolor duró casi 2 días pero al siguiente día ya podía escuchar.

En la mañana siguiente de mi arribo del Huascarán, me di cuenta que estaban dos personas más en la habitación donde había pasado la noche. Eran dos argentinos que estaban viajando a dedo. Él, es un ex ciclo-viajero, me entre mate y mate, me enseñó a hacer bicicletas en alambre, ella, es una muy simpática chica.

Pasamos varias horas conversando mientras que entre una y otra conversa ellos acomodaban su equipaje. El momento de salir llegó, pero para ellos era demasiado tarde para salir ya que querían llegar de un solo tirón a Trujillo que se encuentra a 370 kilómetros al norte.




Otros dos días pasé en el cuartel de bomberos 91 de Pativilca compartiendo música y lindas conversaciones con los amigos bomberos. Luego de un merecido descanso, partí para el norte.

A mi salida, a los 5 kilómetros me encontré con una fortaleza. Un lugar natural, no modificado, no preservado sino totalmente natural de la época incaica. Me aproximé a la puerta donde había un cuidador en una garita evidentemente cobrando entrada y le dije que venía en bicicleta y bla bla bla… hasta que me dijo que pasara (sin pagar). Una media hora pasé allí, en la "Fortaleza de Paramonga".


Retomé la pedaleada hasta que unos 70 kilómetros más tarde llegué a Huarmey.


Allí busqué inmediatamente la compañía de bomberos 102 de Huarmey y antes de decirme buenas tardes, el jefe de esta me dijo…-no tenemos permitido alojar a nadie aquí, pero ya que vienes desde tan lejos, te vamos a apoyar-


Allí me acosté completamente fundido y me quedé dormido. Me desperté como si hubiera sumergido los pies en un hormiguero de hormigas rojas. Los mosquitos me habían acribillado mis pobres patitas. Me bañé y me volví a acostar luego de hacer unas compras y comer una pasta con huevo y queso. Otra vez los mosquitos me comenzaron a asaltar hasta que decidí salir con sobre de dormir y colchoneta al garaje de los carros de bomberos (que era abierto) y me dormí allí fresquito y sin mosquitos.


Al otro día y muy temprano, me desperté con las primeras luces que me regalaba el tata Inti.

Seguí sin ver a nadie desde el momento en que había llegado y esperé hasta las 7 y 30 hasta que nadie -ni siquiera la guardia- se dejaba ver.

Partí tras dejar una nota de agradecimiento al personal del cuartel fantasma de bomberos.

La pedaleada hasta Casma fue un poco dura, pero la alivianó el restaurante "la Gramita" donde paré a descansar y Clemente, su dueño, me ofreció de descansar allí, a la sombra.


A los pocos minutos salió este simpático amigo y me dijo que pasara, que me iba a invitar a almorzar. Me sirvió una sopa y luego, un plato de arroz con huevo, papas fritas y una muy rica ensalada. Luego, me pidió que pasara a la parte interna del sitio, detrás del mostrador y me sentó ante una mesa y comenzó a mostrarme fotos, fotos y más fotos de todo tipo de viajeros que pasaban por allí.


Me enteré de que habían pasado viajeros hasta empujando un carrito de supermercados que venían desde Punta Arenas, el extremo sur de Sudamérica. Viajeros tirando de carritos, ciclistas, inválidos en bicicletas de mano, familias en bicicleta etc, etc.

No obstante todo este hermoso rato que había pasado con Clemente, me preguntó cuando le daba la mano para despedirme cómo estaba de dinero. Le dije que no me sobraba pero que siempre tenía lo que precisaba, que la gente como él, siempre me ayudaba. Sacó del bolsillo de su camisa 10 soles y me los estiró. No por el dinero, sino por la dicha de tener la oportunidad de conocer a este tipo de personas que, incondicionalmente ayudan a la gente, sin anteponer religión, intereses personales o cualquier otro tipo de espera de resultado es que me siento enormemente agradecido con la Vida.


Mi ruta siguió hacia el norte, hacia Casma donde llegué y luego de pasear por 8 lugares durante más de 4 horas, se acercaba la noche. Ya medio desesperanzado vi un cartel del Rotary club internacional. Me acerqué a este lugar y encontré a un bibliotecario. El señor era abogado y me dijo que podía quedarme allí pero él tenía que cerrar la puerta así que yo quedaría encerrado hasta el siguiente día a las 7 am que el volviera…

Allí me quedé y al otro día, a las 7 y 30 am partí hacia Chimbote. El camino a Chimbote fue muy monótono pero también excusa para retraerme y analizar algunas cosas dentro de mí.

En algún momento cercano ya a Chimbote, a unos 20 kilómetros, apareció un peaje. Me puse a conversar con los policías que había allí y me dijeron que Chimbote estaba a 10 kilómetros.

Comencé el pedaleo final y me di cuenta que ya habían pasado más de 10 kilómetros sin encontrar más que el comienzo de una urbanización. Eso eran, solo suburbios muy pobres. A los pocos minutos, vi el siguiente cartel


Con más ganas pensando en que allí podrían alojarme, pedaleé con esa dirección en la mente hasta que comenzó más movimiento urbano. Miré el mojón con número de kilometro 430, lo cual indicaba que ya había pedaleado menos de 60 kilómetros pero yo me sentía como si hubiera pedaleado 80 o 90. El exceso de peso fue un punto que decidí anclar en mi mente ya que estaba avanzando muy poco y los 86 kgs. ya me pesaban realmente más de lo que yo quería.


Encontré finalmente luego de algunas vueltas la parrillada "el uruguayo" pero era en Nuevo Chimbote. Allí esperé en la puerta que estaba cerrada hasta que de la casa de al lado salió un caballero, Jaime.

Él me preguntó que quería o qué hacía allí muy seriamente. Le explique de dónde era, de dónde venía y porqué estaba allí. Jaime me ofreció de llevarme hasta un locutorio para llamar al encargado de la parrillada ya que abrirían recién en la noche.


Dejé la bicicleta en su casa y en su moto me llevó al locutorio. Allí me di cuenta de que Hernán, el encargado, uruguayo también, me invitaba a su casa pero con la condición que me quedara en la parrillada hasta las 23 horas que ésta cerraba y luego fuéramos juntos. Yo apenas podía mantenerme en pie y ni se me pasaba por la cabeza el quedarme hasta esa hora despierto.


El amigo Jaime me ofreció de ayudarme a conseguir algún lugar ya que él, en su casa no podía alojarme aunque si me ofrecía de dejar la bicicleta. A mí tampoco se me pasaba por la cabeza la idea de dejar la bicicleta sin verla en algún lugar más alejado de mí que unos 10 a 15 metros.

Así que le pedí que me llevara hasta el cuartel de bomberos.


Una vez en la compañía de bomberos 107, conversando con J. Jones –la guardia del B-107- me explica que no hay problema en quedarme pero que tengo que esperar al jefe de la compañía.

De paso me explica que en todo el departamento de Ancash, está prohibido alojar ciclistas particularmente por un episodio de robo por parte de un paraguayo que se había quedado en esa misma compañía. Me pareció raro que solo en Casma me hubieran negado el asilo, e incluso hasta en la misma compañía que dio origen a esa orden, me dieran permiso.


Me aseguré que fuera posible mi estadía allí por la noche de ese día y volvimos con Jaime a su casa a buscar la bicicleta. Conversamos con Jaime un buen rato y como a las 2 horas volví con bici a la compañía 107. Allí comenzó una historia muy linda que duró varios días.


Conocí personajes tan lindos e interesantes, con tantas ganas de crecer, de cambiar que hasta le dejé a uno, a Junior, el libro de la Conspiración de Acuario que tanto me ha gustado y no había terminado de leer. De paso, le regalé también a él algo de ropa que un viejo y muy queridísimo amigo, Juan Manuel Ross me había regalado pero yo ya no quería cargar.


Como al 3er o 4to día de estadía en ese cuartel y, luego de haber compartido muy lindos momentos, música y gratas conversaciones con esta hermosa gente, me decidí a salir –ya con 4 kgs menos hacia Trujillo. Pasé por lo de Jaime y luego de despedirnos me pidió un minuto y entró corriendo a su casa. Salió con un litro de jugo de mango exquisito y me regaló la caja.

En la salida de Trujillo, luego apenas de 15 kilómetros me pasaron 3 ciclistas y una camioneta que los venía escoltando. Pedaleé más fuerte para pegarme al pelotón, pero yo apenas podía alcanzar los 20 kms/h mientras ellos iban arriba de los 40… Más adelante, a unos 3 kilómetros de esto, se detuvo la camioneta y me dijo José Moy –¿te llevo hasta Trujillo?-

Mi respuesta inmediata fue – venía pensando que si encontraba a alguien sin que yo se lo pidiera que me ofreciera de llevarme, aceptaría así que, ¡si, gracias!- Me ayudó a subir la ballena… digo la bicicleta a la caja de su camioneta y aceleró para alcanzar al pelotón.


Su hijo, su cuñado y un amigo de ellos eran los integrantes del grupo y se dirigían a Trujillo raudos para llegar a la competencia que se llevaría a cabo el día siguiente. Lo que yo iba a hacer en un mínimo de 2 días, ellos lo hicieron en 3 horas y media. Claro que con bicicletas ultralivianas y sin carga, con asistencia de agua y frutas durante el camino.

Una de las bicicletas que tenía, -la del hijo de Pepe Moy- pesaba 6,7 kgs. y costaba 5600 dólares. De fibra de carbono, esa bicicleta podía levantarse con UN SOLO DEDO (ver foto)



Llegados a Trujillo, me invitaron a almorzar a la plaza de comidas de un centro comercial.

Allí le conté todo lo que le había contado a Pepe en 3 horas a los ciclistas en 30 minutos. Nos fuimos de allí a la casa de uno de los amigos de estos 3 ciclistas que se había enganchado en el pelotón a 50 kilómetros de Trujillo. Descansaron un poco, se bañaron y me acompañaron hasta la casa de ciclistas más grande de América.


Llegamos como a las 6pm a la casa de Luis Ramírez D'Angelo luego de llamarlo y confirmar que no había problemas de ir hasta allí. A los 2 minutos de estar parados en la puerta tocando timbre; llegó Araceli, la esposa de Lucho. Me preguntó de dónde venía y si quería pasar. Le dije que claro que sí y que venía de donde venía. Me dijo que se había olvidado de las llaves y que qué bueno que había olvidado las llaves de la casa donde su familia vive porque Lucho recién volvería a las 23hs…


De todas formas, Lucho me había dicho por teléfono que entrara nomás a la casa pidiéndole a un vecino que tenía una copia de las llaves para esperarlo dentro.


Me despedí de mis flamantes amigos luego de intercambiar mails y me metí en la casa. Araceli me ofreció de ir a cenar a su casa y me fue contando un poco la dinámica del lugar.

Araceli, Lucho, Ángela (la adolescente hija) y Lance (el pequeñín que cumpliría 3 años ese domingo) vivieron en la casa de ciclistas toda la vida, pero llegaban tantos que decidieron mudarse a un lugar más íntimo y ceder esa casa para los viajeros ciclistas.


Lucho pide una colaboración para pagar la renta del lugar, el agua y la luz. No pone una cuota sino que lo deja a conciencia de cada quien. Finalmente volví luego de cenar con Araceli a la casa de ciclistas y al rato llegó Lucho.


Conversamos un rato y me dio una hoja de registro de todos los viajeros que habían pasado por aquí y yo fui el número 1220 desde el año 1985 que es la fecha en que inició formalmente la casa de ciclistas.


Luego de unos minutos más de charla, afortunadamente obvió las preguntas más clásicas que hacen todos los que me cruzo en el camino. Sus preguntas eran más sencillas y profundas. Entendía todo lo que le decía y hasta me terminaba las frases. Él, ha conocido mucha gente y además, también es ciclista, de hecho, tiene aquí mismo, en la casa de ciclistas, un taller en donde repara bicicletas a nivel profesional.


Al siguiente día fuimos con Lucho a presencia la competencia a la que mis tres amigos chimbotanos iban. Aquí está la foto final tras el Pepe Moy ganar en la categoría de "masters"

Estuve un día solo hasta que cuando vuelvo del mercado, encuentro una mochilita en una de las tres camas y unos lentes de aumento. Al rato llega Edgar Saavedra, más tarde, apodado por todos los ciclistas que fueron llegando "el ilegal".

Edgar, un santandereano (Colombia) había salido de su casa con una bicicleta muy sencilla, las que se usan para hacer mandados o entregar pedidos en la verdulería o farmacias. Con una mochilita chica (de estudiante) viajaba con casi nada. Sus 60 dólares con los que había salido de su ciudad, Sabana de Torres, se acabaron antes de llegar a Ecuador. Hizo ya miles de kilómetros pidiendo colaboración, comiendo gratis y lo más increíble me enteré más tarde cuando a los dos días llegaron dos mejicanos; Lulo y Poncho (acompañados por Claudio, un aficionado que los había traído desde Pacasmayo (100 kilómetros al norte de Trujillo).


En un momento, mirando unos los documentos de los otros, Lulo le pregunta a Edgar dónde estaban los sellos de las fronteras que había cruzado. Edgar responde que no, que en ninguna frontera había sellado ya que el saludaba diciendo "adiós" a la gente de las fronteras y ésta lo saludaba a él también sin pedirle el pasaporte. Le explicamos que era una locura eso y que seguramente, al verlo con solo una mochila, lo confundían con algún local de la frontera que iba y volvía. Durante casi una semana nos reímos a costillas de este personaje tanto que es irreproducible. Edgar era un personaje sin igual, humilde, simpático, valiente, fuerte, disciplinado y amoroso. Fue muy lindo haber compartido cada comida, cada charla, cada canción con Edgar, el ilegal.

(Foto tomada por "el ilegal" mientras colaborábamos con la esposa de lucho pintándole el dormitorio)

Los mejicanos partieron el domingo 6 de diciembre. El sordo, Poncho, fue una persona muy interesante con quien compartí muy lindos momentos y profundas conversaciones. Músico, chef y un buen pensador pese a su sordera, podíamos llevar a cabo lindas y largas charlas y buenas canciones. Lulo, por su parte con el título de ingeniero, es muy interesante y chistoso; cuando hablábamos enserio, hablábamos enserio aunque, siempre había alguna broma con doble sentido en el medio, y cuando estábamos para la joda, no podíamos parar de reírnos.

Comimos chiles juntos hasta no poder ver lo que masticábamos por las lágrimas que éstos provocaban. Estos dos personajes, al igual que "el ilegal" todas las mañanas estaban de buen humor y fue realmente una dicha muy grande compartir todos esos días con ellos.

Han ido llegando en las dos semanas que llevo en Trujillo una cantidad de colombianos y un par de catalanes que se unieron al pelotón en Ecuador. Son más de 15 personas y compartimos música, cuentos, anécdotas, vivencias, abrazos y profundas reflexiones hasta las 2 o 3 de la mañana.

(Foto de las enchiladas que nos mandábamos con mis cuates mexicanos y el obvio resultado por falta de costumbre)


La convivencia es muy fluida y no existen ni siquiera los roces.

Las fotos que se muetras a continuación son de las veces que salíamos a recolectar fondos para hacer comidas juntos y/o para divertirnos simplemente.

Algunas fotos aquí reflejan mejor que el texto que pueda escribir cómo nos divertíamos y uníamos mientras hacíamos música para nosotros mismos dentro de la casa de ciclistas con los pobres vecinos como testigos...


Inventamos una manera de poder circular en el dormitorio que dormíamos el ilegal, Lulo, el sordo y yo ya que era la habitación a la que todos entraban y usaban como "living" para tener interesantísimas conversaciones hacer música y ver peliculas en las computadoras.

Otras fotos siguen reflejando la diversidad cultural que en esa hermosa casa habitaba.

Tan bien es que nos llevamos que, decidimos ir a Chan Chan, un sitio arqueológico preincaico donde yacen 10 templos gigantes de la época. Allí fuimos un grupo de 6 a pasar la noche guiados por Lucho que, aunque volvió a su casa con su hija -que también nos acompañó-, se tomó un buen rato para hacernos una visita guiada al lugar describiéndonos con bastante precisión unas cuantas cosillas interesantes de éste lugar.


Aquí verán varias bonitas fotos de la excursión multinacional a Chan Chan.


Es muy reconfortante encontrarse con tanta gente, tan linda y con tantas cosas en común.

A veces pienso porque los seres humanos, somos tan variables en cuanto al entorno. Creo que quizás el entorno si influye en los que tenemos un nivel pobre de conciencia, pero no debería ser determinante. Lamentablemente, en la tuerca sin rosca de la sociedad, no podemos, o no logramos darnos cuenta de que somos autómatas, repitiendo tareas robotizadas, mecánicas para obtener a cambio… satisfacciones totalmente temporales, para generar problemas en nuestras ajetreadas vidas y creernos que tenemos responsabilidades que en realidad, las elegimos.

Parece ser para la mayoría de la gente que las culpas siempre están afuera, que el sentirnos mal o cansados es culpa del mal tiempo –del frío, del calor, de la humedad, etc- de nuestro jefe, de nuestros padres, parejas, hermanas o profesores sin detenernos a pensar que realmente, todo lo que nos sucede, es tras una elección que nosotros de una u otra forma optamos.


¿No somos responsables de todo lo que nos pasa?



Me encuentro en Trujillo desde hace ya 21 días y tras mi descanso y etapa de compartir con mis "colegas" colombianos, mejicanos, argentinos y catalanes parto hoy, a medio día de aquí rumbo al norte. Seguramente ya desde Ecuador, retome la escritura y vuelva a actualizar el blog sobre lo vivido y a refrescar mis recuerdos por medio de lo escrito.


Aquí adjunto fotos de mis 3 semanas en Trujillo, en la casa de ciclistas de Lucho.


FOTO DEL MES

(esa gatita que se ve en el fondo, le robaba la comida al perro y por si fuera poco, lo castigaba cuando este le gruñía o se acercaba a intentar rescatar algo de alimento. Tanto comió la gatita esa que al otro día hizo ayuno y se la veía muy intoxicada y su panza estaba que explotaba)


Pronto también, expondré un artículo que escribí como se lo prometí a unas cuantas personas sobre "Viajar con lo puesto".

Gracias por seguir ahí y hacerme notar que así es. El contador que está al inicio del blog, marca ya, casi 3900 visitas al sitio. ¿Será que hay tanta gente curiosa, será que existen tantos individuos siguiendo esta novela, mi vida? Orgulloso de conocerles y de servir para algo me despido desde esta cálida ciudad donde tantas cosas se han movido dentro de mí en estos días.


Asimismo, les invito fraternalmente a visitar la página web de Lulo y Poncho (los mejicanos) en http://www.ruedamerica.es/. Al principio del viaje salieron 3 amigos, luego uno que no estaba muy convencido del viaje, antes de cruzar a Guatemala se regresó y ellos dos siguieron valientemente con su proyecto.


Mi partida fue ligeramente retrasada por Marcos, un queridísimo hermano del alma que decidió dejar las fauces del gran lobo y luego de casi una década de calvario, tomó LA decisión y dejó todo lo que tenía en Estados Unidos y con su moto y un pequeño bolso, decidió atravesar cerca de 19 mil kilómetros hasta llegar a Montevideo.

Cuando llegó Marcos, se sumaron a las 20 y pico de bicicletas, 3 motos. (ver foto arriba)

Dos días espectaculares compartimos con Marcos, Nico (otro uruguayo-argentino que viajó desde Virginia con Marcos) y Tomás, un estadounidense que encontraron Marcos y Nico en Panamá.

Serias y profundas conversaciones, risas y inexplicables abrazos, emociones y grandes anécdotas fueron algunas de las cosas que con "el gordo" compartimos en Trujillo. Dejo algunas fotos también de este –para mí- gran encuentro con mi hermano del alma Marcos Bokajian.


El 12 de diciembre al medio día, luego de despedir a Marcos y compañía monté todo en la bicicleta y luego de sacarnos algunas fotos con el equipo de ciclo-viajeros que van hacia el sur Lucho me acompañó unas cuadras en la salida de Trujillo.


Poco pude hablar pues me sentía que dejaba otra vez más, un pedazo muy grande de mi allí. La ternura de las palabras, los abrazos, las miradas, todo fue muy mágico y bastante duro. Lucho, tras su compañía, me dio un gran abrazo y casi estallamos ambos. El camino a continuación fue desde Trujillo hasta Pacasmayo con una pasada en el medio por Paiján.

Ya que me deshice de muchas cosas y regalé otras tantas en Trujillo, rompiendo todos los records hasta el momento, puede hacer 106 kilómetros en 5 horas y media. Llegué a Pacasmayo y el contacto de Lucho (Juan) no estaba disponible por lo que me pasó el teléfono de otro amigo suyo, José Sisniegas que está abriendo una casa de ciclistas en ese pueblito.

Llamé por teléfono también a José y éste me dijo que estaba saliendo a un compromiso de su hijita, que no podía recibirme pero que me quedara donde estaba que él iría por allí para apoyarme de alguna forma.


Entre que confundido, cansado y perdido me quedé en la estación de servicios y apareció un tipo grande, vestido formalmente de traje y corbata (terno) para ir a algún lugar muy formal y se presentó como José Sisniegas. Me dijo que mañana me invitaría a desayunar, que lo llamara y me estiró 20 soles para que durmiera en un hostal. Yo no podía creer esto sumado a que durante la espera, de José, allí en la estación de servicios, un policía se acercó y me pregunto directamente (sin saber nada de lo ocurrido) si había almorzado, le dije que no, que ni siquiera en realidad, había desayunado y que llevaba más de 100 kilómetros pedaleando desde el medio día de Trujillo.


El cuento es que el policía sacó 5 soles y me dijo que me invitaba a cenar. Así que luego del gesto de José y el policía, me fui al cuartel de bomberos de Pacasmayo, me recibieron sin problemas y tenía 25 soles para cenar… (cuando normalmente o no ceno o gasto 2 o 3 soles…)


Salí a caminar por el pueblo que me gustó bastante y compré leche, café, pan y manteca (mantequilla de leche). Un lugar muy tranquilo al punto que parecía un domingo y feriado pues había gente en la calle (poca) pero estaba todo muy callado.


Luego de una café con leche con los amigos de la compañía de bomberos Nº23, me fui a "la cucha" hasta la mañana siguiente que tempranito salí a buscar un teléfono para llamar a José.

Luego de pasar por varios locutorios, finalmente me decidí por uno en que podía dejar la bicicleta a mi vista mientras hablaba. Me atendió su esposa y me dijo que aún no llegaba, que lo llamara en 15 minutos. Salí del locutorio ya que había un mercado para comprar algo para colaborar con el desayuno. Me vio un tipo que casualmente (o causalmente) lo conocía de cuando habían llegado los mejicanos (Claudio). Me dijo si estaba buscando a José y con cara de asombro le dije que sí. Me dijo que me llevaba hasta su casa entonces y le agradecí.


Caminamos 60 metros y estábamos en la puerta de la casa de José esperando que éste llegara. Le agradecí y se fue con otros amigos que él estaba. A los 3 minutos llegó José y me hizo pasar, me invitó a desayunar y conversamos largo y tendido. Su esposa también era muy simpática y finalmente, se levantaros dos de sus tres hijos y me los presentó también.


Para las 11 y media de la mañana me acompañó en su moto hasta la salida de Pacasmayo. Me dio algunas recomendaciones para la ruta y me dijo que en Chiclayo, lugar al que me dirigía, también había una casa de ciclistas de un tal "Javier".


De camino a Chiclayo me crucé con un ciclo-viajero estadounidense de 19 años que venía "bajando" desde Missouri. Hablamos un rato y tras intercambiar algunos datos de posibles posadas y un gran abrazo nos despedimos. Andrew también resultó ser muy simpático y me quedé muy contento que desde tan temprana edad los jóvenes ya se estén "despertando".

Bueno como contaba, tras otros ciento y pico de kilómetros llegué a Chiclayo y me dirigía a la calle Amazonas 770. Encontré un cartel en la puerta de un garaje que decía "Casa del ciclista, Viajero The Mundo, Amazonas 770". Allí el papá de Javier me abrió la puerta y me hizo pasar. Me dijo que me bañara e descansara todo lo que quisiera y eso mismo hice luego de cenar algo. Al día siguiente, el 14 de diciembre, partí a lo que sería un verdadero suplicio.


Me dirigía a Piura desde Chiclayo. Luego de 117 torturantes kilómetros de cruzar el desierto con viento de costado, divisé un cruce de caminos. Un cartel decía "División cruce Bayóvar" y para el otro lado decía "Piura 95 kms"

En el restaurante que allí encontré, decidí pasar la noche pero me ofrecieron un lugar sin techo y a las 15 hs, el sol raja las piedras en el desierto. Me volví para el frente del restaurante (a la sombra) a esperar que bajara el sol. Como si lo hubieran mandado de "arriba", un camionero con 30 toneladas de cebolla me dijo "vas para Piura, ¿te jalo? Le dije sin pensar "¡¡SI!!"

Trepamos la bicicleta al camión y solo me acuerdo que me dijo "ya estamos en Piura" cerré los ojos sin querer y los abrí tras el comentario del querido y bendito chofer una hora y media más tarde. Medio atontado bajé junto con él la bicicleta y comencé a pedalear según las instrucciones del amigo chofer hasta la compañía de bomberos Nº25. Al llegar, me atendió la guardia y me dijo que aprovechar y le pidiera autorización al comandante departamental que estaba parado a 40 metros de la compañía de bomberos.


Allá salí ooootra vez Pablito a llorar la milonga hasta que el señor César Leigh dijo "si caballero, está bien" (con un tono de "dale flaco, no jodas más"). Me dejaron quedarme y descansé todo lo que pude, comí bien e hice algunas llamadas que tenía pendientes hacía semanas a mi mami y abuelita. También aproveché para pedirle a Lucho que me enviara las varillas de la carpa que me las había olvidado en Trujillo.

Al día siguiente llegaron las varillas y alisté todo para irme el 16 de diciembre. Antes de seguir adelante, quiero recalcar lo que fue cruzar ese desierto. Luego de la subida de Cochabamba ha La Paz, de 380 kilómetros, la cruzada del desierto de Chiclayo a Piura fue lo más duro y desolado que he hecho. El calor me carbonizó la piel, el cerebro y hasta las ganas de pensar. Recuerdo algunas pocas cosas y una de ellas es que por más de 90 kilómetros no vi ni una sola persona y, los pocos autos que veía, pasaban espaciados cada 10 o 15 minutos los unos de los otros. Recuérdenme NUNCA más tomar ese tipo de rutas por ahorrarme 100 kilómetros…

El 16 salí para Sullana. Éste pueblo se encuentra a 35 kilómetros de Piura y por ser al norte, hace incluso más calor. Llegué rostizado (a pesar de usar bloqueador solar) y me dijeron en la compañía de bomberos Nº43 que habían en ese momento 32 grados… Entendí porque estaba casi que alucinando y me sentía TAN mal. Pese a que el viaje de Piura a Sullana fue muy corto (2 horas aprox.) el calor fue casi insoportable. Y digo casi porque llegué, pero era realmente muy pesado, cada vez que exhalaba aire por la nariz, sentía como salía de caliente, como si saliese de un horno.

Choli, el amigo de la foto, me dijo que el jefe de ahí era una porquería de persona, que mejor me fuera a la otra compañía, a la de Bella Vista (la Nº 117). Tan seguro estaba que en la 43 no me recibirían que él mismo me subió la bici a la camioneta de allí y aprovechando que no estaba el jefe, me llevó hasta la 117 y le pidió a sus colegas que me recibieran.


En la 117 todo era más fluido, me dejaron bañarme y puta que la disfruté esa ducha. Cociné algo y cuando bajó el sol, instalé mi flamante mosquitero para cama (ver foto) y me acosté a descansar. Al día siguiente, como a las 9 me despedí de ellos y de paso, pasé por la Nº43 a despedirme de mi amigo Choli.


Partí entonces otra vez hacia el norte. La siguiente escala fue en El Alto.

Un poco asustado estaba pues la última vez que estuve en un "El Alto" fue en Bolivia y éste, estaba a más de 4000 metros de altura. Sin embargo, éste algo estaba a casi 300… Busque bomberos y no había, busqué policía y no estaban presentes en la comisaría. Así que pregunté a la gente de los alrededores y me dijeron que un argentino se había quedado allí con su bicicleta hacía una semana. El argentino, era Adrián, el que conocí en la casa de ciclistas de Trujillo. (ver fotos arriba en la despedida de Trujillo)


Finalmente, con Raúl Silva comimos una pasta que cociné, tocamos la guitarra y cantamos canciones hasta de Piero. La acústica del lugar favorecía mucho así que recién a las 21 hs cortamos la joda y me fui a descansar. Al día siguiente, las señoras que preparaban el desayuno para los chicos de la escuelita local me invitaron a desayunar.


Aquí se ven varias fotos del recorrido a "el Alto" incluyendo el 4to "99" que me cruzo en 16 meses y pico.

Tras el aperitivo salí hacia Máncora para conocer la playa más bonita de todo Perú según dicen.

Llegué a este pueblito y me recordó mucho a La Barra de Maldonado (en Uruguay) sin embargo, la playa era bastante fea para mi gusto y me desilusionó mucho pues se notaba que era un intento de darle "volada" a un pueblito pequeño. Más al norte si conocí playas hermosas como la de Zorrillos pese a ser casi igualmente turística.


En Máncora pedí asilo en la comisaría local ya que tampoco habían bomberos al igual que en El Alto. Luego de una hora me dijeron que bueno y me dieron un trozo de piso en el fondo de esta al rayo del sol (cuanto más al norte más sol hay y más intenso el calor es). Dejé todo y salí a recorrer un poco el pueblo, la playa, etc.

Al regresar, me dirigía a la parte de atrás cuando un policía me dijo con un tono muy fuerte "señor a donde se dirige" Le expliqué que iba a dejar la guitarra con mis cosas al fondo. Empezó a gritarme y a decirme que de dónde había salido, que le diera mis documentos y todo el tiempo gritándome como si fuera un criminal o un perro. Ahí entro quien estaba de guardia en realidad y le explicó que el capitán había dado la orden de que yo pasara allí y entonces dijo este histérico señor… "a bueno, por lo menos diga buenas tardes, no le enseñan eso en su nación. Lo miré con mi más intensa cara de "andáte a la re c… de tu mami" que no me dijo más nada. No le saqué la vista de encima hasta que me dejó el de mirar para seguir hablando por teléfono.


Me fui al fondo y, para que mentir, bastante tocado por lo que acababa de suceder y comencé a cantarle al policía haciendo las paces con su pobre alma. A los 5 minutos, llegó Luz. No, no dije que llegó la luz sino que llegó Luz. Luz es una chica muy simpática que conocí a través de "Couchsurfing" que me ofreció de quedarme en su casa cuando yo estaba en Piura (los dos días que estuve allá) pero calló como del cielo y me dijo que era Luz y que nos fuéramos para su casa. Yo estuve a punto de a la salida, ponerme el pulgar en la nariz y con los dedos extendidos hacia arriba moverlos alternadamente burlándome del policía pero, ya había hecho las paces así que me aproximé, le expliqué lo que sucedía y le agradecí de todas formas.


Con Luz y Martín (su pareja) pasamos dos días muy lindos, llenos de conversaciones, y me enteré que en 7 meses serán papás!!! Me dio mucho pero mucho gusto conocer a esta peculiar pareja. Su casa es hermosa, natural, ecológica. Reciclan todo, el agua con la que lavan los platos la usan para regar las plantas o tirarla en el inodoro. Se bañaban con un baldecito pues no tienen suficiente presión de agua para ducharse y esto economiza un baño a 8 o 10 litros de agua contra 160 que es lo que normalmente se gasta. Por ser tan caluroso, no se necesita calentador de agua y se ahorra mucha energía. En toda la casa tienen solo 3 bombitas (focos) de luz y es de las de bajo consumo. Tienen una perrita chiquitita y una gatita que juega con la perrita. La perra la muerde toda y la gata se hace la muerta y luego, la gata se tira encima de la perrita y la lame y acaricia con sus patitas.


Martín, es profesor de Tae Kwon Do y me resultó un tipo muy humilde, tranquilo y con una mirada muy sincera. Un muy simpático chico, una muy simpática chica y unos animalitos fuera de serie fueron mi familia por dos días.

La mañana del 20, ayer; partí hacia Tumbes donde pensaba quedarme tras 100 kilómetros en la compañía de bomberos que se habían quedado el grupo de ciclo-viajeros colombianos en su pasada por ese pueblo casi fronterizo con Ecuador. Tras recorrer más de 100 kilómetros llegué a tumbes sin desayunar ni almorzar, con apenas un jugo y unas galletas que compré en el camino y fui a la compañía.


Me abrió un bombero limeño y me explicó que por ser domingo, no estaba el jefe y no podía quedarme, pero que podía dejar la bici, ir a comer algo y volver. Me invitó a refrescarme, bañarme y descansar para llegar a Aguas Verdes donde él mismo llamaría para pedir que me dejaran pasar el tiempo que yo quisiera.


Me encontré con algo que me recordó a mis buenos amigos los colombianos que evidentemente también habían pasado por allí. Luego lo confirmé tras preguntarles de donde había salido ese cartel que coincidí con la pulsera que tenía puesta yo mismo que Carlos Ivan me había regalado en Trujillo.

Almorcé dos platos de arroz con lentejas y chicha morada. Me fui al cuartel de bomberos y me di un exquisito baño. Toda la espalda y hombros quemados (pues venía sin camiseta) y el agua fría fue como sumergirme en una pileta de hielo.

Salí como nuevo de Tumbes rumbo al norte otra vez. 25 kilómetros para llegar a Aguas Verdes donde los bomberos me recibieron como en mi casa. A cada instante vienen y me dice uno u otro que van a salir y que me sienta como en mi casa. Es muy lindo y cómodo estar así en un lugar. Hay ducha (que la uso cada dos o tres horas por el calor) hay camas con mosquitero y un grupo humano muy lindo con el que compartimos la vida cotidiana.


Mañana martes 22 de diciembre, saldré para Ecuador que está a menos de 2 kilómetros de aquí; de hecho, el sitio de migraciones de Perú está a 100 metros de la CGBVP Nº87. (Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú)

Continuará el resto de Perú y la entrada a Ecuador

No hay comentarios: