Después de la entrevista, Silvia (que resultaba ser la hermana del director de la radio), nos relató algunas curiosidades sobre el pueblo, como la del hallazgo de una veta que atravesaba varias estancias y que podía tratarse de un importante yacimiento de diamantes, acontecimiento que agrupó a un gran número de estancieros en torno a las fotografías aéreas del lugar con afán de descubrir si dicha veta pasaba por sus predios.
Otra curiosidad de Lascano es que es la localidad donde nació Becho, el violinista contestatario a quien Zitarrosa escribió una hermosa canción.
También nos contó que la Nueva Radio de Lascano había sido un proyecto de su hermano, José Luis Estol, que animado por su padre, resucitó la desaparecida radio AM que había en el pueblo.
En Lascano tuvimos la oportunidad de visitar una fábrica de la COPAR (Cooperativa Arrocera), donde pudimos ver de cerca el proceso de producción del arroz: fase de lavado, descascarillado, pulido (refinamiento), selección y empaquetado. En otra fábrica, de SAMAN, nos ilustraron el proceso de secado y almacenaje en silos refrigerados. Siempre es interesante averiguar de dónde viene lo que te llega a la mesa y te cae al estómago.
(Copar,Blue Patna)
(Interior de la Planta COPAR)
La tarde antes de la partida, escribimos un breve elogio a Lascano que Ruben Sosa leyó en su programa vespertino. Fue una forma muy humilde y exigua de agradecer la inestimable generosidad de su gente que, por doquier nos ofreció más de lo que realmente podía ofrecer.
El domingo 17 de agosto salimos de Lascano. En la rotonda frente José Pedro Varela (primer pueblo del departamento de la Valleja al salir del departamento de Rocha), cambiamos de la ruta 15 a la 8 en dirección a Treinta y Tres. En la ruta 8 el viento nos vino a favor por el Sudoeste, lo cual nos permitió hacer los 30km hasta Treinta y Tres en una hora y media.
(Empalme ruta 15 con ruta 8 a 33)
Pasamos por el puente sobre el río Olimar (del que deriva el gentilicio olimareños para los habitantes de Treinta y Tres) y entramos en la ciudad. Al ser domingo y estar la Intendencia cerrada, no resultó fácil encontrar un lugar seguro y gratis donde pasar la noche. Finalmente, en una seccional de la policía, nos remitieron al Parque Municipal del río Olimar; concretamente al camping del Parador del Río, que cuida el matrimonio Parente (Alejandro y Silvia). Este matrimonio lleva casi treinta años cuidando del camping y atendiendo un puesto de tortas fritas que abren todas las tardes que si lleva todo ese tiempo abierto, es por lo ricas que están dichas tortas.
El domingo 17 de agosto salimos de Lascano. En la rotonda frente José Pedro Varela (primer pueblo del departamento de la Valleja al salir del departamento de Rocha), cambiamos de la ruta 15 a la 8 en dirección a Treinta y Tres. En la ruta 8 el viento nos vino a favor por el Sudoeste, lo cual nos permitió hacer los 30km hasta Treinta y Tres en una hora y media.
(Empalme ruta 15 con ruta 8 a 33)
Pasamos por el puente sobre el río Olimar (del que deriva el gentilicio olimareños para los habitantes de Treinta y Tres) y entramos en la ciudad. Al ser domingo y estar la Intendencia cerrada, no resultó fácil encontrar un lugar seguro y gratis donde pasar la noche. Finalmente, en una seccional de la policía, nos remitieron al Parque Municipal del río Olimar; concretamente al camping del Parador del Río, que cuida el matrimonio Parente (Alejandro y Silvia). Este matrimonio lleva casi treinta años cuidando del camping y atendiendo un puesto de tortas fritas que abren todas las tardes que si lleva todo ese tiempo abierto, es por lo ricas que están dichas tortas.
(Río Olimar)
(Río Olimar)
Al día siguiente (lunes 18 de agosto), salimos de Treinta y Tres alrededor del mediodía. El destino era ahora Melo.
El día se fue tornando paulatinamente gris y el viento conjuraba visos de tormenta. Tras una parada para comer y un par de horas de costoso debatirse con las subidas y las rachas de viento, dimos con Cerro Amaro y el almacén de Cacho Rodríguez, el compinche del Sr. Parente.
Entramos y hallamos a un hombre ya en sus sesenta, de cabellera blanca, y algo rechoncho. Nos miró extrañados y continuó con dicha mirada mientras le explicábamos quiénes éramos, quién nos enviaba, y qué queríamos.
Y, efectivamente, al llegar al puesto de la seccional cuarta, nos recibió con gran hospitalidad una pareja de sorprendidos policías que sin problemas nos ofreció un galpón (almacén/garaje) donde pernoctar.
Mientras desmontábamos los bártulos, uno de ellos vino a hablar con nosotros. Era un tipo alto, robusto, de tez oscura y un par de dientes de oro. Se llamaba Marcelo Ruiz, apodado el “Capincho”. Tenía 37 años, dos “gurises” y era otro gran aficionado y practicante del ciclismo. En su época había sido un gran competidor y, ahora que llevaba unos años sin practicar y que le crecía la curva de la felicidad, había decidido retomar el entrenamiento y cuando podía se hacía sus 100 kilómetros de rodaje. Como buen hombre de campo, era de hábitos salubres: no fumaba ni bebía en exceso, adoraba por encima de todo montar a caballo, y no dormía más de 5 horas diarias, coincidiendo su despertar con el primer canto del gallo (es decir, entre las 4:30 y 5 AM). Ahí mismo, en los alrededores del puesto, tenía un terrenito con una lechera y una yegua joven. También tenía una casita que terminó por ofrecernos como hospedaje, con una deliciosa ducha de agua caliente.
Con algo de polenta fuimos a cocinar y cenar con Marcelo Ruiz y sus colegas del puesto. Tuvimos gracias a ello el placer de conocer a Oscar Cuña y al “Pelao”. El Pelao, al que menos conocimos era el único fumador de los tres, la oveja negra del trío. Por lo que contaban , en el puesto se hacían turnos de vigilancia de 48 hs con un descanso de otras 48 hs.
(Cocinando en la última seccional policial de 33)
Oscar Cuña demostró ser una delicia de persona. Recordaba tanto en el comportamiento como en el físico, a esos personajes tímidos y de trato delicado que interpretaba Jack Lemmon. Citaba mucho de la Biblia, como buen evangélico que era, y nos informó de que para él el mayor pecado del hombre era la soberbia y el pretender tener la razón todo el tiempo. “¿Qué se gana cuando se tiene la razón?”, preguntó retóricamente. “Nada”, se respondió, “Porque con eso sólo ganas el pensar que tenés la razón. Nada más”.
(Río Olimar)
Al día siguiente (lunes 18 de agosto), salimos de Treinta y Tres alrededor del mediodía. El destino era ahora Melo.
(Melo a 74 Kilómentros)
Antes de la salida, en el Parque Municipal, estuvimos un rato charlando con D. Alejandro Parente. Al parecer, en Treinta y Tres la afición por el ciclismo supera a la del fútbol, por extraño que esto suene. D. Alejandro no era menos, y hasta la fecha se consideraba un amante del pedal. Como tal , nos informó cabalmente del estado del trazado de 105km que separa Treinta y Tres de Melo. “Dura corrida tienen,” nos dijo resoplando. Nos advirtió, no sólo de las numerosas subidas que hay en los 105km, sino particularmente de dos escaladas monumentales: el repecho de Otazo, en la mitad del trayecto, con una subida de unos 3km; y a unos 20km antes de Melo la guinda del pastel: la Picada del Bacho, con una subida de unos 5km. “Vayan preparando esas piernas que van a tener laburo,” se despidió el bueno de Parente mientras nos alejábamos hacia nuestro ineludible destino.
Antes de la salida, en el Parque Municipal, estuvimos un rato charlando con D. Alejandro Parente. Al parecer, en Treinta y Tres la afición por el ciclismo supera a la del fútbol, por extraño que esto suene. D. Alejandro no era menos, y hasta la fecha se consideraba un amante del pedal. Como tal , nos informó cabalmente del estado del trazado de 105km que separa Treinta y Tres de Melo. “Dura corrida tienen,” nos dijo resoplando. Nos advirtió, no sólo de las numerosas subidas que hay en los 105km, sino particularmente de dos escaladas monumentales: el repecho de Otazo, en la mitad del trayecto, con una subida de unos 3km; y a unos 20km antes de Melo la guinda del pastel: la Picada del Bacho, con una subida de unos 5km. “Vayan preparando esas piernas que van a tener laburo,” se despidió el bueno de Parente mientras nos alejábamos hacia nuestro ineludible destino.
Salimos entonces hacia el mediodía de Treinta y Tres. El Sr. Parente, a su vez, nos había dado el nombre de un tipo que tenía un almacén en Cerro Amaro, un poblado ínfimo a casi 40km de Treinta y Tres, que nos podía alojar aquella noche si le decíamos que íbamos de su parte.
El día se fue tornando paulatinamente gris y el viento conjuraba visos de tormenta. Tras una parada para comer y un par de horas de costoso debatirse con las subidas y las rachas de viento, dimos con Cerro Amaro y el almacén de Cacho Rodríguez, el compinche del Sr. Parente.
Entramos y hallamos a un hombre ya en sus sesenta, de cabellera blanca, y algo rechoncho. Nos miró extrañados y continuó con dicha mirada mientras le explicábamos quiénes éramos, quién nos enviaba, y qué queríamos.
Con cierta expresión de apuro e incomodidad, el bueno de Cacho nos dijo que él, por desgracia, no tenía lugar para ofrecernos, pero que tal vez tuviésemos la solución a unos 4 kilómetros. Se trataba del puesto de la seccional cuarta de la policía de Treinta y Tres. En dicho puesto había varios policías “macanudos” (según las propias palabras del Cacho Rodríguez) que seguro que no tendrían inconveniente en que pasáramos la noche ahí.
Y, efectivamente, al llegar al puesto de la seccional cuarta, nos recibió con gran hospitalidad una pareja de sorprendidos policías que sin problemas nos ofreció un galpón (almacén/garaje) donde pernoctar.
Mientras desmontábamos los bártulos, uno de ellos vino a hablar con nosotros. Era un tipo alto, robusto, de tez oscura y un par de dientes de oro. Se llamaba Marcelo Ruiz, apodado el “Capincho”. Tenía 37 años, dos “gurises” y era otro gran aficionado y practicante del ciclismo. En su época había sido un gran competidor y, ahora que llevaba unos años sin practicar y que le crecía la curva de la felicidad, había decidido retomar el entrenamiento y cuando podía se hacía sus 100 kilómetros de rodaje. Como buen hombre de campo, era de hábitos salubres: no fumaba ni bebía en exceso, adoraba por encima de todo montar a caballo, y no dormía más de 5 horas diarias, coincidiendo su despertar con el primer canto del gallo (es decir, entre las 4:30 y 5 AM). Ahí mismo, en los alrededores del puesto, tenía un terrenito con una lechera y una yegua joven. También tenía una casita que terminó por ofrecernos como hospedaje, con una deliciosa ducha de agua caliente.
(Con el Capincho Ruiz en la seccional cuarta)
Nos instalamos, pues, en la casita del gran Capincho Ruiz, en un dormitorio cuyo cielo raso rasaba por partes hasta el punto de tocar casi una de las camas.
Nos instalamos, pues, en la casita del gran Capincho Ruiz, en un dormitorio cuyo cielo raso rasaba por partes hasta el punto de tocar casi una de las camas.
Con algo de polenta fuimos a cocinar y cenar con Marcelo Ruiz y sus colegas del puesto. Tuvimos gracias a ello el placer de conocer a Oscar Cuña y al “Pelao”. El Pelao, al que menos conocimos era el único fumador de los tres, la oveja negra del trío. Por lo que contaban , en el puesto se hacían turnos de vigilancia de 48 hs con un descanso de otras 48 hs.
(Cocinando en la última seccional policial de 33)
Oscar Cuña demostró ser una delicia de persona. Recordaba tanto en el comportamiento como en el físico, a esos personajes tímidos y de trato delicado que interpretaba Jack Lemmon. Citaba mucho de la Biblia, como buen evangélico que era, y nos informó de que para él el mayor pecado del hombre era la soberbia y el pretender tener la razón todo el tiempo. “¿Qué se gana cuando se tiene la razón?”, preguntó retóricamente. “Nada”, se respondió, “Porque con eso sólo ganas el pensar que tenés la razón. Nada más”.
Continuará en pocos días....
5 comentarios:
recuerdo que lei este blog casi al comienzo del viaje y despeus entre examenes y pruebas finales lo deje de leer y a cuenta gotas me acordaba de que tu jazmin y otros chicos mas andaban bicicleteando por america (no si aun estan en aquella travesia)
y bueno...hoy me acordé nuevamente y me anime a leer, esta entretenido el escrito y lo cuentan re bien, da ganas de leer aun cuando es un poco largo pero las fotos ayudan demasiado.
Buen viaje al parecer y buenas fotos por lo demas, aun de viaje jazmin?
bueno pueees
harto animo en todo no mas
y cuidateee
chauuuuuuuuuuuu
a n d r é s
Andrés, no tengo idea quien sos, pero te agradezco mucho tu comentario. La verdad que con gente como vos se hace mucho mas amena la tarea de escribir (lo cual no hago yo) y de compaginar las fotos con el texto (tarea mía). Te mando un abrazo (ya que Uds. no se dan besos entre hombre)
Jazmín sigue en viaje, estamos en Cafayate a la altura de la 2da o 3ra región de Chile pero del lado de Argentina.
Pablo (el pololo)
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