1 ago 2008

CAPÍTULO 1: URUGUAY

I

EL TRAYECTO Y SUS SUCESOS


El día 30 de julio amaneció gris y húmedo, con una niebla densa que poco a poco iba aferrándose a todo. En el barrio de Malvín no caía una gota, pero en la televisión un reportero de las noticias se empapaban en el centro de Montevideo bajo un profuso chaparrón.


Eran poco más de las siete y cuarto de la mañana. Un cruel dictamen parecía privar al viaje de un comienzo definitivo.


Tras una corta y turbia reunión, se decidió no salir. Desayunamos y cada cual se fue a pasar el tiempo a su manera. Después de casi una semana de postergar la salida por unas cosas u otras, en aquel momento nos sentíamos objeto de alguna broma pesada.


Sin embargo, el tiempo fue mejorando hacia el mediodía. A medida que avanzaba la mañana, el sol fue ensartando tímidos rayos de luz en la tupida niebla. Ya para las doce, el día estaba casi totalmente despejado y con un triunfante sol coronando lo más alto de la cúpula celeste.
Ahora sí: era la hora de salir.

Armamos los equipos en las bicicletas y nos pusimos rumbo Este por la Avenida Italia hasta llegar a la ruta 9.


Quizá por la alegría de haber salido al fin o bien por la bonanza del tiempo templado y de brisa favorable, la primera jornada resultó muy amena. Pasando por el balneario de Parque de Plata, llegamos a El Pinar, donde hicimos una parada para saludar a un viejo amigo, Esteban, compañero de fatigas de La Tasca (cadena inglesa de restaurantes de tapeo español).


Tras una opípara comida de verduras hervidas y dulce de pan, y una charla no menos agradable, retomamos la carretera y continuamos, cruzando el hermosísimo río Pando, en dirección Atlántida. La carretera no presentaba apenas accidentes y aunque el clima se fue tornando húmedo y nublado, logramos alcanzar el pueblo de Atlántida cuando aún quedaba una hora de luz.


En Atlántida cambiamos de la ruta 9 a la 8, para adentrarnos 6km en ésta hasta el desvío a la derecha que conduce, a través de 1km, a la comunidad alternativa de Janajpacha (“estado de conciencia elevado”): la tercera que se crea a imagen y semejanza de su progenitora en Cochabamba (Bolivia), que ideó la mente de Chamalú (Luis Espinosa de nombre cristiano), un cochabambino de cincuenta y tantos años precursor de una filosofía y un movimiento (Movimiento Ecologista Pachamama) basados en el respeto a la madre tierra.













(Janajpacha)


En Janajpacha nos recibieron Horacio y Mafi, únicos ocupantes y gestores de la comunidad y nos dieron alojamiento por un día, durante el cual ayudamos a terminar un horno de barro y a barrer la hojarasca del Bosque Sagrado de eucalipto donde se encuentra el Templo Sagrado de la comunidad: un edificio de madera de eucalipto con techo de quincho (o de paja brava o filosa) de unos seis metros de diámetro por unos seis de altura, con un imponente círculo de fuego en el centro y un enorme tragaluz por el que se escapa el humo de la hoguera y penetra la noche. La construcción es realmente hermosa: la puerta apunta al Sur y el interior se recorre dando una vuelta por el contorno en la cual se va parando a saludar a los cuatro puntos cardinales (Este=nacimiento; Norte=guía; Oeste=culminación; Sur=regeneración) que se indican, cada cual, con una rebanada de tronco de eucalipto.








(Horacio y Jazmín haciendo el adobe para el horno de barro)







(Construyendo el horno)















(Listo para las pizzas Horacio!!)







El templo, así como el resto del complejo (dos cabañas dormitorio, una sala de actividades y un comedor), fue obra de la labor experta de Horacio. El lugar es un perfecto escape rural del bullicio urbano: el color del campo diluye los pensamientos sombríos de la cenicienta urbe.






(Templo en el bosque sagrado, Janajpacha)














(Despedida de Janajpacha)








El día 1 de agosto pusimos pie en pedal para dirigirnos a Maldonado/Punta del Este. El trayecto - de algo más de 100km - se nos hizo bastante duro, ya que siendo la segunda jornada de pedaleo las pertinaces ondulaciones de la carretera fueron haciendo mella en rodillas y muslos.


La corona del día fue Punta Ballena, un recibimiento poco hospitalario (para el ciclista) de la ciudad de Maldonado compuesto por una elevación de no más de 300m que se escala por una subida en constante inclinación de 3km más o menos. En la cúspide, eso sí, hay un mirador con una maravillosa vista de la desembocadura del río de La Plata (o estuario de La Plata, según se mire).







(Entrada a Maldonado)






En Maldonado pasamos el fin de semana en la agradable compañía de los tíos de Pablo: Hugo (sentido intérprete mariachi y amante de Gardel) y Susana (diestra odontóloga y enemiga del tango).







(Primera comida con el super primus)








El martes, día 5 de agosto, dejamos Maldonado y nos dirigimos a Rocha. Sin muchas ondulaciones y viento a favor, todo fue coser y cantar hasta que, a sólo 5km de la ciudad de Rocha, Pablo pinchó la rueda trasera. Con casi todo el equipo instalado en la parrilla trasera, sacar la rueda no fue tarea fácil. Además el inflador tenía muy poca presión, de modo que nos dejamos el físico en vano tratando de bombear aire a la cámara. Por fortuna, se nos cruzó un pequeño pelotón de ciclistas que nos prestó un inflador en condiciones. Con ellos de escolta, llegamos a la entrada de la ciudad de Rocha.






(Entrando a Rocha)












(Primeros 99 Kilómetros)














(Primeros 199 Kilómetros)








En Rocha nos alojamos en casa de la abuela Ega (abuela paterna de Pablo), una excelente octogenaria de fuerza y entereza colosales.




(Bicicletas en mantenimiento,nosotros le llamamos CTI)















(Puesta de sol en ruta 15)













(Paisaje que muestra los departamentos de Maldonado y Rocha separados por el río.Que no se ve aqui.)







El primer día lo pasamos en la granja de la abuela Ega, en el kilómetro 12 entre Rocha y La Paloma. Ahí ayudamos en diversas labores: a sacar el aire a una vaca recién parida con hipocalcemia; a pastorear el ganado a un corral para que lo vacunaran; a pintar las barandillas del tambo (lugar donde se ordeñan las vacas); y a poner alambrado en algunas porciones del terreno.


Lo más especial de aquel día fue Héctor, cuidador de la granja durante 25 años. Hace diez le encontraron un tumor en un riñón y le dijeron que se podía salvar si se lo extirpaban a tiempo. La abuela Ega estaba más que dispuesta a hacerse cargo de todos los gastos; pero Héctor se negó. La mente de campo no entiende de convalecencias ni reposos si el cuerpo sigue respondiendo bien. Las estaciones no se detienen, los animales no se atienden solos: la cama es el peor enemigo: el reposo es la ruina. Con tozudez campesina se negó. Para qué pensar en las consecuencias: si se ha de morir se muere. Lo importante es aprovechar la vida si el cuerpo te lo permite, y hacerlo hasta que éste reviente.

Y así hacía Héctor. Con el rostro demacrado, la piel pegada al hueso, los ojos hundidos y los órganos consumidos por la metástasis, Héctor seguía en pie, recibiendo en silencio las insidiosas abatidas del viento gélido del Sur que arreciaba ya entrada la tarde, mientras poníamos alambrado en una sección del campo. Nadie decía nada, nadie lo miraba con pena: continuará siendo uno más hasta el día que fenezca.

Un par de días más tarde fuimos al campo de Santiago, tío paterno de Pablo, ingeniero agrónomo y ducho en artes varias. Recorrimos el campo por un arroyo envuelto en sauces y zarzales. Anduvimos un rato en busca de carpinchos y tatús (armadillo), con el oído siempre puesto en el canto de las aves.






(Puesta de sol en casa del tío Santiago)









En esta visita tuvimos la ocasión de conocer a Romero, vigilante del aislado puesto policial de la zona. El gordo Romero nos relató la fascinante historia del tesoro oculto que supuestamente hay en la parcela del citado puesto. Por lo que cuentan, el puesto era un antiguo banco en la época colonial, cuando la tierra era el mejor lugar para asegurar las riquezas. Se dice que tales riquezas nunca las llegaron a exhumar. Sólo una mujer lo intentó dos veces: la primera vez la llamaron con el anuncio de la muerte de su madre; la segunda, se le apagó misteriosamente el candil cuando no corría ni una gota de viento. Estos fenómenos inusuales le hicieron desistir finalmente; de modo que ahora, al pie de un viejo árbol rodeado de añeja mampostería, sólo queda un ambicioso y truncado sueño de metro y medio de profundidad.







(antiguo potrero)













(Viejo potrero donde está el tesoro)









También tuvimos el singular placer de trabar amistad con el Bin Laden rochense: un truhán del pago, agudo como un zorro, que lleva las riendas del negocio de compra-venta de los terrenos del lugar. ¡Ojo con lo que hables de él! Que con la mínima te mete en juicio por calumnia y difamación. A uno que lo denunció de haberle robado ganado le acabó sacando los cuartos con una contra denuncia por calumnia que falló a su favor. Con sus barbas bíblicas, su campestre locuacidad y su conspicuo apodo (que él mismo se puso), no hay alma en Rocha que no lo conozca. El Bin Laden rochense: ¡famoso y escurridizo como el Bin Laden saudí!


Al día siguiente, el tío Santiago nos volvió a sacar de excursión. Esta vez nos llevó a Valizas, un encantador pueblo costero a unos 120km de la ciudad de Rocha.

Valizas tiene el nombre del río que lo recoda y que desemboca en el Atlántico. El nacimiento está en una laguna a pocos kilómetros de la desembocadura. Cuando hay lluvias fuertes, la laguna se llena, sube el cauce y la corriente, crecida, galopa hacia el océano y entierra “la barra”, único paso que une al pueblo con el paraje desértico de dunas que conduce a Cabo Polonio, y en el que descolla la majestuosa duna de Valizas con sus treinta metros aproximados de altura.






(Union del Río con el océano Atlántico en Valizas)









Valizas, con sus casitas de madera al estilo morada de pescador, es un pueblo que incita al reposo y la tranquilidad. En invierno está casi del todo vacío, y en verano se llena de bohemios y hippies que hacen del lugar la comuna ideal donde poder andar descalzos todo el día, tocar candombe en la playa o hacer humo en los apacibles porches de los ranchos de alquiler. Hay una calle en particular cuyo nombre, podría decirse, capta sucintamente el espíritu de Valizas: Carpe Diem.


(Casita a metros del Océano Atlántico,Valizas Rocha )
(Sofia,Abuela Ega y nosotros en su acogedora casita de Rocha)













(Valizas recibiendonos con su CARPE DIEM)




(Continua en la siguiente entrada de Septiembre en "Uruguay 2") .

3 comentarios:

Asuncion Galdon dijo...

Que viaje tan maravilloso. ENhorabuena por el blog esta muy bien escrito y las fotografias son preciosas, casi puedo viajar con vosotros si cierro los ojos.
Un abrazo,

Anónimo dijo...

Gracias Asunción, simpre tan positiva y carismática. Un beso en nombre de los tres. (Pablo)

Asuncion Galdon dijo...

Gracias a vosotros por ayudarme a conocer e interesarme cada vez mas ir para ese maravilloso pais que es Uruguay.
Un abrazo muy fuerte y suerte
Asuncion